EL SEÑOR DE LA 48

   Historia del nombre del canal de Youtube

La historia de El Señor de la 48 tiene origen en una vieja anécdota en Termas de Río Hondo en octubre del 2000, cuando, por motivos de un trabajo en un comercio de cotillón, viajamos a Santiago del Estero capital con dos amigos del sur de Rosario.

Juan y Diego eran parte integrante de un grupo con el que compartíamos asados, guitarreadas y salidas de pesca. El entusiasmo era común. Los tres sentíamos la misma afición por la música y la cultura de Santiago. Y, además de aventureros, éramos de divertirnos mucho con las situaciones que nos deparaban los viajes.

Con la kangoo repleta de herramientas, bolsos, colchones y unas cajas enormes con artículos de cotillón (que la dueña del comercio nos encomendó tras muchas recomendaciones). Salimos un miércoles a las 10:00 PM por la vieja ruta nac.34. Nos esperaban 780km . Juan cebaba mates dulces en su clásico cuernito artesanal y renegaba, por agnóstico, con cada cartel de la virgencita de Luján que aparecía al costado del camino.

Diego, el mas joven de los tres, sentado en una reposera en la parte trasera de la kangoo, era el encargado de la música, de recordar anécdotas y de anotar en su memoria cualquier momento gracioso que se generara.

No recuerdo el kilómetro ni la hora en que hicimos la primera parada para orinar en la banquina de una parte desolada de la ruta. Pero fue en ese momento que Diego descubrió entre las cajas del cotillón dos cabezas gigantes de Mikey y Donald. Y se nos ocurrió usarlas y hacer dedo, en plena madrugada y medio de la nada. Algunos camiones y autos nos tocaron bocina entre cambio de luces...por suerte nadie paró (ni avisó a la policía). Pero sostengo que al día de hoy debe ser parte de algún relato o anécdota de charla entre camioneros y viajantes. Mikey y Donald haciendo dedo en medio del campo.

El viaje continuó con más mates, música y charla. La noche era cerrada y el monte espeso..

El camino no dejaba ver mucho a los costados. Cada tanto divisábamos algún animal cruzando presuroso la cinta asfáltica. Los azares primaverales estaban casi ausentes a causa de un persistente olor a humo que predominó gran parte del recorrido. En ocasiones, muy a lo lejos, aparecían algunas fogatas grandes donde ardían toneladas de leña producto del tremendo desmonte en Santiago. Con las primeras luces del alba pasamos por Herrera. La madre de ciudades nos recibió con un dia despejado y cálido. Cerca del mediodía nos instalamos en el local y arrancamos a programar el trabajo. Teníamos que instalar cartelería y rotular las vidrieras. Fueron dos días complejos. Por aquel entonces Santiago vivía una  situación social y económica bastante complicada. A pesar de estar cansados nos sobró algo de tiempo como para caminar un poco las calles, conocer  la gente y probar las comidas típicas. Tortilla, chipaco, patay, todo nos parecía rico y criollo (por más litros de agua que se necesitaran para bajar el patay). Incluso cruzamos algunas veces por el famoso puente carretero el Mishky Mayu (Río Dulce) para ir a La Banda.

El sábado, por la tarde, con el trabajo terminado se me ocurrió pasar la última noche en Termas de Río Hondo y allá fuimos. Llegamos en un horario complicado para conseguir alojamiento (económico) y con cochera. La mayoría de los hoteles de esta ciudad no tienen estacionamiento propio y no iba a dormir tranquilo dejando un vehículo con apenas un mes de uso en plena calle.

Después de mucho ir y venir conseguimos en el lugar menos pensado. Uno de los primeros hospedajes sobre la ruta 9, a mano derecha, ingresando a la ciudad. Pero lo que en primer momento pareció ser fortuna luego resultó una desilusión. Las habitaciones eran bastante agradables, el servicio bueno y la cochera, algo estrecha. Después de pasar un rato por las aguas termales salimos a conocer la noche de Termas, que por ser sábado, ofrecía muchas alternativas para los visitantes.

Cenamos bien en una de las tentadoras parrillas que están sobre la calle principal. Al cabo de unas horas salimos a buscar alguna peña con músicos en vivo. Era tarde pero no estaba todo perdido. En una gran carpa armada en el parque lateral (ex terrenos del ferrocarril) se escuchaban bombos y guitarras.

Cualquier persona que haya visitado las termas sabe que las artesanías que predominan en la feria son las piezas tejidas en hoja de juncos y otros vegetales. El evento que tenía lugar en la carpa era “La Fiesta Nacional del Canasto” que en ese entonces se celebraba en octubre. Pasamos al predio sin que nadie nos cobrara entrada. Era la última noche y había poco público. Alcanzamos a ver la actuación de “El Pulpo Heredia” y a “Los Manseros Santiagueños”.

Más detalles no recuerdo. Si, me viene a la memoria, que como al otro día debía conducir hasta Rosario, decidí volverme temprano al hotel dejando a Juan y Diego en el evento. Al llegar una persona bajó para abrir la cochera. Mi camioneta quedó última, casi pegada al portón de ingreso. Ya en la recepción pedí la llave; Habitación cuarenta y ocho - según la memoria de Diego -.

Al intentar dormir comprobé porque este hotel, bonito, con aceptable servicio y cochera, tenía lugar disponible y económico. No habíamos observado el gran detalle. El hospedaje colindaba con una discoteca y era sábado por la noche. Sin muchas opciones opté por poner la almohada sobre mi cabeza para intentar dormir. Pero cuando casi lo logro golpean la puerta. Era Juan y Diego que volvían bochincheros y felices de no se que peña, donde brindaron hasta con intendente de la ciudad. Tardaron un buen rato en bajar la euforia y dormirse.

Y logro recuperar el sueño hasta que alguien vuelve a llamar a la puerta. Entre dormido escuchó, junto a los golpes, una voz femenina con acento santiagueño; “señor de la 48...señor de la 48, necesitamos que mueva su vehículo de la cochera”. 

Mientras Juan, semi dormido, vociferaba algunos insultos, me incorporé para vestirme y como pude descendí las escaleras hasta el estacionamiento. Aguardaban en la vereda otros dos pasajeros con visibles gestos de fastidio y cara  de mal descansados y,  junto a la encargada, una pareja preparada para viajar.

Después de reacomodar la kangoo volví a la habitación 48 para desplomarme en la cama (creo que vestido), los muchachos dormían a patas anchas. La música de la disco ya había cesado. Me quedo nuevamente dormido hasta que la misma mano, la misma voz femenina con acento santiagueño y la misma frase...”Señor de la 48...Señor de la 48, por favor.....” vuelven a despertarme.

Voy a confesar que era una cochera rara, ancha al frente para terminar en forma de triángulo. Cualquier vehículo que estacionara ahí iba a tener problemas para salir y se podía comprobar con tan solo unos minutos de cálculos.

La situación se repitió dos veces más (según Diego fueron cuatro en total). En la última de ellas, ya de mañana, dejé la camioneta estacionada en la ruta, pero había llegado la hora de darse una ducha, desayunar y partir.

Era más joven y podía manejar horas sin dormir. A la vuelta la 34 estaba pesada de tránsito pero eso me mantenía despierto. También cada vez que me llegaba la modorra Diego me despabilaba con un “Señor de la 48, Señor de la 48”.

Unas de las últimas paradas fue en el monte, nos acercamos al alambrado para contemplar los cardones y una ráfaga de viento fuerte y caliente se me prendió para siempre en el alma. 

En viajes posteriores y ya viviendo en Córdoba nos acordábamos jocosamente de aquel instante del tiempo vivido entre amigos y de otros tantos de ese viaje. 

Hace un par de años, buscando un nombre para la producción de un trabajo audiovisual, que llevo adelante con mucha dedicación y cariño, se me ocurrió ponerle éste y terminé por incluirlo también en el canal de youtube.

Al fin y al cabo que mejor que nombrar, los proyectos más anhelados, con un recuerdo vivido con dos de los mejores amigos que me regaló la vida.

Marcelo Gattolin

 

En Cosquin 2021 con Diego y Juan.

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